Librería enterrada
¿Qué libros son éstos, Señor, en nuestro abismo,
cuyas hojas
Estrelladas pasan por el cielo y nos alumbran?
Verdes, inmemorables, en el humus se han abierto,
quizás
Han acercado una oración a nuestros labios,
O han callado tan sólo en sus sombras, cual
desconocidos.
Naturaleza que ora aún en ellos, a sus signos
De hierro se arrodilla, con flores en el vientre,
Por el humano que al pasar no los vio en el polvo,
No los vio en el cielo, en la humedad de sus
grutas,
Y se vinieron abajo cual un bloque de los dioses.
Desde entonces sólo queda en ellos un verde velo
De armaduras, de brazos enjoyados y corceles que
volvieron
A su nobleza de esqueleto entre sus hojas.
Y olmos abatidos, tunas de la guerra, gloria y rosa
Duermen también en ellos, cubiertos de invernal
herrumbre.
Y sólo hasta sus viejas letras muy calladamente,
La sutil retama o el lirio de la orina acuden,
Y una mano azul que vuelve sus páginas de sodio
Entre las rocas, y avienta sus escamas a la Muerte.
¿Me permitiréis, Señor, morir entre estos libros,
de
cuyo seno,
Cubiertos de aroma, mana el negro aceite de la
sabiduría?
Ahora bien, primero haremos
una segmentación textual, posteriormente revisaremos las figuras retóricas para
ver la ideología que recae en el poema, por ello analizaremos la dispositivo,
luego la elocutio para luego terminar con una reflexión final acerca del poema.
Ahora bien, el poema en cuestión lo hemos
dividido en tres segmentos bien establecidos:
a) Primer
segmento: Compuesto por los versos del 1 al 3. Título: Desconocimiento del
saber. En estos primeros versos el locutor se dirige a un alocutario representado
mediante una pregunta retórica. Es así que el locutor comienza dirigir sus
cuestionamientos hacia el alocutario con respecto a la naturaleza del saber,
que se encuentra representada por los libros y que a su vez hay cierto
desconocimiento en cuanto a que el saber se encuentra vedado de alguna manera debido
a su posicionamiento dentro de un abismo.
b) Segundo
segmento: Compuesto por los versos que van de los versos 4 al 24. Título:
Naturaleza del saber. En este apartado el locutor de una manera indirecta nos
muestra la naturaleza del saber representada por los libros, así como también
nos muestra características y acciones que de alguna manera puedan definir a
estos libros. Además se nos muestra también cierta preocupación por parte del
locutor con respecto al devenir de los libros y al olvido de parte del hombre
con respecto a esto último.
c) Tercer
segmento: Compuesto por los versos que van del 25 al 28. Título: El devenir del
saber. En este último apartado el locutor vuelve a dirigirse hacia el
alocutario para expresar su cuestionamiento con respecto de los libros, solo
que en esta ocasión el tono del cuestionamiento es más sugerente y relaciona a
los libros con la sabiduría misma.
La
elocutio
Los campos figurativos que plantea Arduini
son seis: la metáfora, la metonimia, la sinécdoque, la repetición, la antítesis
y elipsis. Sin embargo, estos campos nos son desvíos de nombre como lo
consideraba la retórica reduccionista. No obstante, tiene importancia
parafrasear lo que menciona Arduini: “un campo figurativo es parte de un
universo figurativo de cierto grupo cultural amparado en su propio campo
retórico”. Es decir, que las figuras retóricas le sirven a una cultura (única)
para expresar su mundo. Ahora bien, nos centraremos en las figuras más
relevantes que encontramos en el poema. Es preponderante en el poema la presencia
de la metáfora básicamente. De ahí que encontremos en los siguientes versos lo
siguiente:
“¿Qué
libros son éstos, Señor, en nuestro abismo,/ cuyas hojas/ Estrelladas pasan por
el cielo y nos alumbran?”. Ubicados en los versos 1 al 3. Ahora bien la
metáfora propiamente se da en la última parte del verso en cuanto se nos hace
mención de dos adjetivos que califican al sustantivo “hoja”. Es así que tendríamos “hojas estrelladas” y
hojas que nos alumbran”. Ahora bien dichas conjunciones también formarían parte
de la figura literaria conocida como la personificación, en cuanto se le
atribuye al sustantivo “hoja” dos acciones recurrentes. En ese sentido se nos
menciona que estas hojas estrelladas se encuentran surcando el cielo. En otras
palabras se le está atribuyendo una determinada acción. Por otro lado también
se hace mención a que estas mismas estrellas se encuentran alumbrándonos. Es
así que se encuentra bastante claro el uso de la personificación en estos
primeros versos.
Ahora
bien, dichos versos también lo podemos tomar como una metáfora en cuanto a que “alumbran”
se relaciona con luz y por lo tanto estaría representando al conocimiento.
Además esta idea se refuerza en el sentido de que las hojas se encuentran “estrelladas
en el cielo”, una vez más nos refuerza la idea de luz y que se encuentra por
encima de todos, como aquello que nos ilumina.
Siguiendo
en el campo figurativo de la metáfora podemos encontrar en la narración dos
personificaciones más: “Han acercado una oración a nuestros labios,/ O han
callado tan sólo en sus sombras”. Ubicados en los versos 6 y 7. En estos versos
otra vez se vuelve atribuir al sustantivo “libros” dos acciones ajenas a los
libros en tanto objetos. Es así que se le adjudica a estos libros el acto mismo
de dar oración y además se le agrega el acto de callar.
Otra
personificación la encontramos en los siguientes versos: “Naturaleza que ora
aún en ellos, a sus signos/ De hierro se arrodilla, con flores en el vientre,”.
En estos versos la naturaleza misma es tomada como un ser pensante que desarrolla
las acciones de orar y arrodillarse. Además también encontramos personificación
en los “signos de hierro” ya que caracteriza a los signos como si fueran de
hierro.
Por
otro lado tenemos la figura del símil, por ejemplo lo tenemos en el siguiente
verso: “O han callado tan sólo en sus sombras, cual desconocidos”. Otro símil
lo encontramos en: Y se vinieron abajo cual un bloque de los dioses”
En cuanto al campo figurativo de la
metonimia tenemos lo siguiente: “Naturaleza que ora aún en ellos, a sus signos/
De hierro se arrodilla…” En este verso la palabra “hierro” estaría en lugar de
guerra. Este aspecto es muy importante en cuanto esta acción bélica o las
referencias a ella se hacen muy constantes dentro del poema en cuestión, además
también podríamos decir que el título del poema estaría funcionando como una
metonimia ya que “librería” se encuentra asociado con los libros en general y
por ende con la cultura misma.
Finalmente otro
campo figurativo presente es la repetición. Es así que tenemos presente
principalmente la figura del polisíndeton, esto lo podemos observar en los
siguientes versos:
“Y sólo hasta
sus viejas letras muy calladamente,
La sutil retama
o el lirio de la orina acuden,
Y una mano azul
que vuelve sus páginas de sodio
En estos versos
notamos la utilización recurrente de la conjunción “y”, además notamos que
dicha conjunción permite integrar elementos y sumar acciones que posteriormente
van a conformar el sentido del poema.
Los interlocutores en el poema
En el poema en
cuestión encontramos un alocutario representado y es a quién se dirigen todas
las cuestiones que se formulan. Este alocutario se presenta en la palabra “señor”
y en comparación con el locutor notamos que existe una jerarquía de por medio
en cuanto éste se dirige de una manera muy formal y hasta con respeto al
alocutario representado.
En cuanto al
locutor, observamos que estamos ante un locutor – personaje que participa de la
acción: “¿Qué libros son éstos, Señor, en nuestro abismo,/cuyas hojas/
Estrelladas pasan por el cielo y nos alumbran?” En estos versos notamos con
claridad que el locutor dirige sus plegarias al “Señor” pero no lo hace de forma
individual sino que engloba a un número indeterminado de individuos “nos
alumbran”. Es así que la primera marca que tenemos de este locutor es que se
encuentra en plural.
Sin embargo al
final del poema observamos que nuestro alocutario vuelve a la forma singular “¿Me
permitiréis, Señor, morir entre estos libros…” Es así que el locutor se vuelve
a dirigir al alocutario pero desde una posición más personal e individual.
Cosmovisión
El planteamiento
que ofrece el poema puede vislumbrarse a partir del título mismo “librería
enterrada”, es así que notamos que la palabra librería, que viene a ser metáfora
de conocimiento, se encuentra enterrada, es decir, oculta. En ese sentido
observamos que el título hace una clara referencia al conocimiento, pero no hay
una carencia de conocimiento en tanto ausencia sino lo que encontramos es que
este conocimiento se encuentra vedado de alguna manera, enterrado en otras
palabras y solo hay que desenterrarlo para servirnos de él. En pocas palabra el autor nos señala que
dentro del espacio donde habita el hombre el conocimiento se encuentra
presente, la diferencia es de que éste se encuentra enterrado y fuera del
alcance del hombre.
Nuestra
propuesta es que el conocimiento se mantiene oculto del hombre porque éste
mismo lo mantiene en el olvido. En ese sentido ha sido el propio hombre quién
ha dejado de lado al conocimiento y por ende a la razón para desarrollar
múltiples actividades. En consonancia el conocimiento para este hombre ha
perdido su valor real o mejor dicho su función se ha visto degradada y solo se
ocupa de situaciones tan pueriles que no están acorde con su verdadera función
que es la de iluminar al ser humano.
Es así que el
hombre debido al avance de la modernidad ha fijado sus sentidos en otras cosas
que no atañen al conocimiento propiamente, solo se ha fijado en la tecnología y
en acciones bélicas. Es así que la sabiduría ha pasado a ser olvidad por los
hombres. Y es precisamente esta sabiduría olvidad lo que el locutor del poema
trata de alguna manera recuperar. Vemos que existe una honda preocupación del
locutor con respecto al conocimiento, he ahí que se cuestione “¿Qué libros son
estos, Señor,…” En ese sentido lo que busca el locutor es reflexionar sobre lo
que ha pasado con la sabiduría. Pero luego observamos que sus reflexiones se
entroncan con la muerte misma pues es precisamente ahí donde se encuentra la
sabiduría anhelada. Decíamos que la sabiduría o el conocimiento se encuentran
enterrados, entonces podemos colegir que al encontrarse enterrados se
encuentran en un sitio oscuro y lejos del alcance del hombre. Es así que lo
podemos relacionar con la muerte misma en cuanto también ésta se configura como
un lugar oscuro y lejos del alcance del hombre. Ahora bien, esta idea se
refuerza con el hecho de que el locutor prefiere y ruega al Señor quedarse en
ese lugar y la razón sería porque el conocimiento mismo yace ahí. “¿Me permitís,
Señor, morir entre estos libros…” Es así que el conocimiento ha sido tan
olvidado por el hombre que podríamos decir que ha muerto.
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