martes, 26 de noviembre de 2013



Librería enterrada

¿Qué libros son éstos, Señor, en nuestro abismo,

cuyas hojas

Estrelladas pasan por el cielo y nos alumbran?

Verdes, inmemorables, en el humus se han abierto,

quizás

Han acercado una oración a nuestros labios,

O han callado tan sólo en sus sombras, cual

desconocidos.

Naturaleza que ora aún en ellos, a sus signos

De hierro se arrodilla, con flores en el vientre,

Por el humano que al pasar no los vio en el polvo,

No los vio en el cielo, en la humedad de sus grutas,

Y se vinieron abajo cual un bloque de los dioses.

Desde entonces sólo queda en ellos un verde velo

De armaduras, de brazos enjoyados y corceles que

volvieron

A su nobleza de esqueleto entre sus hojas.

Y olmos abatidos, tunas de la guerra, gloria y rosa

Duermen también en ellos, cubiertos de invernal

herrumbre.

Y sólo hasta sus viejas letras muy calladamente,

La sutil retama o el lirio de la orina acuden,

Y una mano azul que vuelve sus páginas de sodio

Entre las rocas, y avienta sus escamas a la Muerte.

¿Me permitiréis, Señor, morir entre estos libros, de

cuyo seno,

Cubiertos de aroma, mana el negro aceite de la

sabiduría?

Ahora bien, primero haremos una segmentación textual, posteriormente revisaremos las figuras retóricas para ver la ideología que recae en el poema, por ello analizaremos la dispositivo, luego la elocutio para luego terminar con una reflexión final acerca del poema.

Ahora bien, el poema en cuestión lo hemos dividido en tres segmentos bien establecidos:

a)    Primer segmento: Compuesto por los versos del 1 al 3. Título: Desconocimiento del saber. En estos primeros versos el locutor se dirige a un alocutario representado mediante una pregunta retórica. Es así que el locutor comienza dirigir sus cuestionamientos hacia el alocutario con respecto a la naturaleza del saber, que se encuentra representada por los libros y que a su vez hay cierto desconocimiento en cuanto a que el saber se encuentra vedado de alguna manera debido a su posicionamiento dentro de un abismo.

b)    Segundo segmento: Compuesto por los versos que van de los versos 4 al 24. Título: Naturaleza del saber. En este apartado el locutor de una manera indirecta nos muestra la naturaleza del saber representada por los libros, así como también nos muestra características y acciones que de alguna manera puedan definir a estos libros. Además se nos muestra también cierta preocupación por parte del locutor con respecto al devenir de los libros y al olvido de parte del hombre con respecto a esto último.

c)    Tercer segmento: Compuesto por los versos que van del 25 al 28. Título: El devenir del saber. En este último apartado el locutor vuelve a dirigirse hacia el alocutario para expresar su cuestionamiento con respecto de los libros, solo que en esta ocasión el tono del cuestionamiento es más sugerente y relaciona a los libros con la sabiduría misma.

La elocutio

Los campos figurativos que plantea Arduini son seis: la metáfora, la metonimia, la sinécdoque, la repetición, la antítesis y elipsis. Sin embargo, estos campos nos son desvíos de nombre como lo consideraba la retórica reduccionista. No obstante, tiene importancia parafrasear lo que menciona Arduini: “un campo figurativo es parte de un universo figurativo de cierto grupo cultural amparado en su propio campo retórico”. Es decir, que las figuras retóricas le sirven a una cultura (única) para expresar su mundo. Ahora bien, nos centraremos en las figuras más relevantes que encontramos en el poema. Es preponderante en el poema la presencia de la metáfora básicamente. De ahí que encontremos en los siguientes versos lo siguiente:

“¿Qué libros son éstos, Señor, en nuestro abismo,/ cuyas hojas/ Estrelladas pasan por el cielo y nos alumbran?”. Ubicados en los versos 1 al 3. Ahora bien la metáfora propiamente se da en la última parte del verso en cuanto se nos hace mención de dos adjetivos que califican al sustantivo “hoja”.  Es así que tendríamos “hojas estrelladas” y hojas que nos alumbran”. Ahora bien dichas conjunciones también formarían parte de la figura literaria conocida como la personificación, en cuanto se le atribuye al sustantivo “hoja” dos acciones recurrentes. En ese sentido se nos menciona que estas hojas estrelladas se encuentran surcando el cielo. En otras palabras se le está atribuyendo una determinada acción. Por otro lado también se hace mención a que estas mismas estrellas se encuentran alumbrándonos. Es así que se encuentra bastante claro el uso de la personificación en estos primeros versos.

Ahora bien, dichos versos también lo podemos tomar como una metáfora en cuanto a que “alumbran” se relaciona con luz y por lo tanto estaría representando al conocimiento. Además esta idea se refuerza en el sentido de que las hojas se encuentran “estrelladas en el cielo”, una vez más nos refuerza la idea de luz y que se encuentra por encima de todos, como aquello que nos ilumina.

Siguiendo en el campo figurativo de la metáfora podemos encontrar en la narración dos personificaciones más: “Han acercado una oración a nuestros labios,/ O han callado tan sólo en sus sombras”. Ubicados en los versos 6 y 7. En estos versos otra vez se vuelve atribuir al sustantivo “libros” dos acciones ajenas a los libros en tanto objetos. Es así que se le adjudica a estos libros el acto mismo de dar oración y además se le agrega el acto de callar.

Otra personificación la encontramos en los siguientes versos: “Naturaleza que ora aún en ellos, a sus signos/ De hierro se arrodilla, con flores en el vientre,”. En estos versos la naturaleza misma es tomada como un ser pensante que desarrolla las acciones de orar y arrodillarse. Además también encontramos personificación en los “signos de hierro” ya que caracteriza a los signos como si fueran de hierro.

Por otro lado tenemos la figura del símil, por ejemplo lo tenemos en el siguiente verso: “O han callado tan sólo en sus sombras, cual desconocidos”. Otro símil lo encontramos en: Y se vinieron abajo cual un bloque de los dioses”

En cuanto al campo figurativo de la metonimia tenemos lo siguiente: “Naturaleza que ora aún en ellos, a sus signos/ De hierro se arrodilla…” En este verso la palabra “hierro” estaría en lugar de guerra. Este aspecto es muy importante en cuanto esta acción bélica o las referencias a ella se hacen muy constantes dentro del poema en cuestión, además también podríamos decir que el título del poema estaría funcionando como una metonimia ya que “librería” se encuentra asociado con los libros en general y por ende con la cultura misma.

Finalmente otro campo figurativo presente es la repetición. Es así que tenemos presente principalmente la figura del polisíndeton, esto lo podemos observar en los siguientes versos:

“Y sólo hasta sus viejas letras muy calladamente,

La sutil retama o el lirio de la orina acuden,

Y una mano azul que vuelve sus páginas de sodio

En estos versos notamos la utilización recurrente de la conjunción “y”, además notamos que dicha conjunción permite integrar elementos y sumar acciones que posteriormente van a conformar el sentido del poema.

Los interlocutores en el poema

En el poema en cuestión encontramos un alocutario representado y es a quién se dirigen todas las cuestiones que se formulan. Este alocutario se presenta en la palabra “señor” y en comparación con el locutor notamos que existe una jerarquía de por medio en cuanto éste se dirige de una manera muy formal y hasta con respeto al alocutario representado.

En cuanto al locutor, observamos que estamos ante un locutor – personaje que participa de la acción: “¿Qué libros son éstos, Señor, en nuestro abismo,/cuyas hojas/ Estrelladas pasan por el cielo y nos alumbran?” En estos versos notamos con claridad que el locutor dirige sus plegarias al “Señor” pero no lo hace de forma individual sino que engloba a un número indeterminado de individuos “nos alumbran”. Es así que la primera marca que tenemos de este locutor es que se encuentra en plural.

Sin embargo al final del poema observamos que nuestro alocutario vuelve a la forma singular “¿Me permitiréis, Señor, morir entre estos libros…” Es así que el locutor se vuelve a dirigir al alocutario pero desde una posición más personal e individual.

Cosmovisión

El planteamiento que ofrece el poema puede vislumbrarse a partir del título mismo “librería enterrada”, es así que notamos que la palabra librería, que viene a ser metáfora de conocimiento, se encuentra enterrada, es decir, oculta. En ese sentido observamos que el título hace una clara referencia al conocimiento, pero no hay una carencia de conocimiento en tanto ausencia sino lo que encontramos es que este conocimiento se encuentra vedado de alguna manera, enterrado en otras palabras y solo hay que desenterrarlo para servirnos de él.  En pocas palabra el autor nos señala que dentro del espacio donde habita el hombre el conocimiento se encuentra presente, la diferencia es de que éste se encuentra enterrado y fuera del alcance del hombre.

Nuestra propuesta es que el conocimiento se mantiene oculto del hombre porque éste mismo lo mantiene en el olvido. En ese sentido ha sido el propio hombre quién ha dejado de lado al conocimiento y por ende a la razón para desarrollar múltiples actividades. En consonancia el conocimiento para este hombre ha perdido su valor real o mejor dicho su función se ha visto degradada y solo se ocupa de situaciones tan pueriles que no están acorde con su verdadera función que es la de iluminar al ser humano.

Es así que el hombre debido al avance de la modernidad ha fijado sus sentidos en otras cosas que no atañen al conocimiento propiamente, solo se ha fijado en la tecnología y en acciones bélicas. Es así que la sabiduría ha pasado a ser olvidad por los hombres. Y es precisamente esta sabiduría olvidad lo que el locutor del poema trata de alguna manera recuperar. Vemos que existe una honda preocupación del locutor con respecto al conocimiento, he ahí que se cuestione “¿Qué libros son estos, Señor,…” En ese sentido lo que busca el locutor es reflexionar sobre lo que ha pasado con la sabiduría. Pero luego observamos que sus reflexiones se entroncan con la muerte misma pues es precisamente ahí donde se encuentra la sabiduría anhelada. Decíamos que la sabiduría o el conocimiento se encuentran enterrados, entonces podemos colegir que al encontrarse enterrados se encuentran en un sitio oscuro y lejos del alcance del hombre. Es así que lo podemos relacionar con la muerte misma en cuanto también ésta se configura como un lugar oscuro y lejos del alcance del hombre. Ahora bien, esta idea se refuerza con el hecho de que el locutor prefiere y ruega al Señor quedarse en ese lugar y la razón sería porque el conocimiento mismo yace ahí. “¿Me permitís, Señor, morir entre estos libros…” Es así que el conocimiento ha sido tan olvidado por el hombre que podríamos decir que ha muerto.

 

 



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